De todos es sabido que las campañas políticas en vísperas de elecciones hace mucho tiempo que han dejado de consistir en la presentación de un programa electoral atractivo para los votantes, con propuestas concretas y factibles y lo que es más importante, con visos de cumplimiento en caso de obtener los votos suficientes.
Es preocupante el hecho de que no se tenga ninguna intención de realizar lo que se promete, o bien que se propongan cuestiones de difícil o utópico cumplimiento. También lo es hacer propuestas tan vagas que se haga imposible saber de qué va la cosa cuando nos las explican, o incluso el carecer de un programa. Pero lo que definitivamente pone el dedo en la llaga del más que sufrido votante es el suplir todas esas carencias con la crítica sin fundamento al resto de competidores en la carrera por el poder.
Quizá radique precisamente en eso la cuestión, en que la campaña electoral se ha convertido en una carrera por el poder, en la que todo vale, incluidos el descrédito por el descrédito y la falta de ideas.
Ahora le ha tocado el turno al partido en el poder. A ese partido que si hubiera hecho medianamente bien las cosas tendría tan fácil plantear su campaña electoral que simplemente debería tirar de hemeroteca. Solamente tendría que enumerar sus logros en los cuatro años en que ha ostentado el poder absoluto en muchos municipios, la mayoría de provincias y a nivel estatal, para convencer a sus votantes tradicionales y a todos esos ciudadanos contentos con su labor, que sin duda desearían renovar su confianza en aquéllos que han trabajado para mejorar el país.
Sin duda resulta complicado en el pequeño universo de los Gürtel, Bárcenas, Bankia, Andratx, Arcos, Brugal, y Comunidad Valenciana, por citar sólo una muestra, buscar algún mérito que presentar a un electorado falto de ilusión y más que harto de corrupción. Así que puestos a pensar y con el temor a perder el sillón, y más aún, al contemplar la aparición en el panorama político de nuevas caras, el partido en el gobierno ha decidido sacar su artillería pesada para defender el bastión.
Primero fue Podemos, un partido que salió de la nada, y al que ¡oh, sorpresa! se le abrieron las puertas del coto cerrado de los medios de comunicación en un soberbio ataque de arrogancia, porque no nos vamos a engañar, a nadie se le da tanta cancha en los medios controlados por los dos titanes si no se autoriza previamente. Iglesias tiene tirón, pero a los colosos no les preocupa que cope las televisiones soltando un discurso anacrónico y obsoleto que sus futuros votantes ven como algo revolucionario y novedoso. Pretender que España se convierta en una Venezuela europea y propagar a los cuatro vientos que no te gusta España, ni el himno ni su bandera no es la forma más idónea de aspirar a gobernar un país, al menos no ése que tanta repulsión te inspira. Aunque hay que reconocer a este partido haber hecho plantearse al electorado que hay vida política más allá del PPSOE.
Y ahora aprovechando el hueco se ha colado el Ciudadano Rivera. Y éste sí ha asustado desde el primer momento. Rivera asusta por muchas razones, tiene experiencia como político en situaciones complicadas, como han sido las amenazas y acoso sufridos en Cataluña donde lleva ocho años trabajando incansablemente; tiene un proyecto para España y se ha rodeado de gente con ganas de trabajar y de cambiar las cosas. Albert Rivera es capaz de enfrentarse a preguntas tan singulares como la de dar tres razones para que no se le vote, dar esas razones y salir airoso. Y tiene una cualidad muy importante, transmite ilusión y parece honrado y sincero. Y para qué vamos a engañarnos, eso es algo que no abunda.
Hasta la Vicepresidenta del Gobierno ha saltado a la arena este fin de semana para criticar al partido de Albert Rivera: «vamos a darle leña». Qué triste es que el partido en el poder que ha tenido cuatro años para hacer propaganda con hechos y no con palabras, en el último momento sufra un ataque de pánico y recurra al insulto fácil.
Se acusa a Ciudadanos de no tener un programa político ni candidatos, que ficha a políticos que salen de otros partidos. Ciudadanos sí tiene un programa, en su página web se recoge el ideario y propuestas concretas en Sanidad, Educación, Administraciones Públicas, Políticas Sociales, etc. Y sí, entre sus filas cuenta con políticos de otras formaciones que desilusionados en ocasiones, y asqueados en otras, salen de los pozos inmundos en que se han convertido los partidos en los que un día confiaron.
Criticar a Rivera por ser fotogénico y carismático es tan pueril y denota tanto resquemor que simplemente lo obviaré, pero de nuevo me parece lamentable que entre tanto afiliado y simpatizante el P. P. no encuentre un equivalente al líder de Ciudadanos. Claro que si por carismático se entiende alguien que transmite honestidad y sinceridad, vista la trayectoria de tantos y tantos representantes de ese partido comprendo el vacío existente.
Creo que al ciudadano de a pie le benefician la aparición de nuevos proyectos y de un nuevo panorama político que obliga a los antiguos partidos a reciclarse y ponerse las pilas para conservar a sus votantes. Pero si lo que van a hacer para intentar mantener su posición es una crítica destructiva y vacía contra los nuevos contendientes que aún no han tenido ocasión de demostrar nada, mal vamos.
Parafraseando a D. Quijote y permitiéndome cierta licencia poética, terminaré mi reflexión diciendo aquello de : «Ladran, Albert, luego cabalgas».